No se trata de alabar la figura del nuevo presidente de los EEUU, ni siquiera de apuntarle un logro antes de que comience su gestión, pero hay pocas dudas de que la forzada paz en la guerra entre Palestina e Israel se debe a su nombramiento. En estos días, en los que nos afanamos en preparar actividades para reivindicar y promocionar la Paz para festejar su día, uno se queda perplejo cuando compara lo inútil que resulta el clamor de los que pedíamos el fin de la guerra, por muy unánime e internacional que fuera, frente a los intereses del país más poderoso de la tierra o al compromiso en que pudiera verse su nuevo presidente.